05-01-2015
DIOS O DEMONIO
Un
nuevo año. El del cambio, he oído decir. Me imagino que se refieren a que es
año de elecciones. Si por eso fuera, ya habríamos visto alguno. Bueno, alguno
se ha dado, dentro de un margen. El margen que unos señores definieron un día
de aquellos previos a la Transición. Pero, para el cambio se necesita algo más:
Deseos. Los hay de todos los colores: antojosos, maniáticos, avariciosos,
esperanzados, bienhechores, etc. Hay otros, inconfesables, los más sabrosos,
por lo menos para un novelista. Luego están los deseos que espantan más que la
peste. Pueden ser los de los economistas y otras gentes de malvivir (esos que
pregonan vino y venden vinagre, que, cómodos en sus vidorras al servicio de las
grandes marcas, recetan unas medidas y, a sí mismos, se conceden otras). Como
se suele decir, hasta los deseos los carga el diablo. Aquí, el diablo no es
otro que el capital, la banca, las multinacionales… En definitiva: “los Mercados”.
Si bien, en plural, es un solo ser. Abstracto. Dios para unos, diablo para
otros. Una vez, Napoleón leyó un libro de Laplace, su científico de cabecera, sobre
la mecánica celeste. Le dijo: Monsieur Laplace, Newton habló de Dios,
pero en vuestro libro no lo ha mencionado ni una sola vez. El científico
contestó: Sire, nunca necesité a dios para mi hipótesis. ¿Seremos capaces de
concebir la realidad al estilo del científico, sin que “los Mercados” (único
dios verdadero) marquen las pautas?
J.V.G.
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