17-01-2014
LAS MAMANDURRIAS
Los
tentáculos de la gestión de lo público tienen una dirección fijada: primero yo,
y después los míos. Por ello, las Administraciones están viciadas y sus
mamandurrias son un mal corrosivo para nuestra sociedad. Y ahora, explosionada
la burbuja del ladrillo, repartir lo público entre ellos y los suyos se ha
convertido en lo principal. El malestar que conlleva esa fuente de corrupción
(ya sin disimulo, pues saben que la “justicia” los va a proteger), está
provocando que se redacten leyes mordazas y represoras, que se compren camiones
para disolver manifestaciones o se coarten la replicas de la ciudadanía, antes
llamada “pueblo”. El miedo engendra miedo. La desigualdad ha forjado en los
ánimos de los humildes una efervescencia lastimera, y, a la vez, rebelde: rodear
el Congreso, los escraches, Melilla o Gamonal son ejemplos que expresan que ya
no hay más aguante. Después, están los medios de comunicación (o, mejor decir,
de propaganda del régimen), custodiados y patrocinados por los mismos corruptos
y corruptores, que ensalzan y justifican la corrupción y arremeten contra los
que la intentan detener: Marhuenda o
Hermann Tertsch son claros ejemplos.
Y mientras el amiguísimo Blesa y su mentor
Aznar, Cristina y su “duque empalmado”, Fabra, Camps, Matas y otros del mismo jaez se están
riendo a mandíbula batida, los derechos de los ciudadanos se siguen colando por
las alcantarillas del Estado.
Así,
los jueces que trabajan con firmeza y no atienden a coacciones, son apartados; y
los presuntos delincuentes o bien están aforados o tienen al fiscal de su lado
(algo que ahora reprocha Europa) y, de irles mal, que no se inquieten, les
quedará el indulto.
Podemos
estar tranquilos, arguye Obama, la
gestión de Rajoy es de alabar. ¡Bienvenido,
Míster Marshall!
J.V.G.
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