01-04-2016
EL PRECIO DE LAS PERSONAS
Aquí no vamos a comprar a nadie. Eso sí, si se pudiera,
venderíamos a alguno, o lo regalábamos (para no hacer negocios sucios). Y, hasta
se podría pagar, si se lo llevan. Se hace una colecta y salimos ganando.
Es un juego para ver que no es lo mismo lo que cuestan
las cosas que su valor verdadero. Comprar un rey, un príncipe o un ministro de
hacienda, por ejemplo, saldría muy caro, porque cuestan mucho, y valen poco.
Pero, sin escarbar en este asunto, se ve claro que entre los humildes, tampoco todos
tienen el mismo precio. No cuesta lo mismo un francés, un belga o un español, que
un pakistaní, que un yemení o que uno de la Conchinchina. Tampoco los
directores de los noticiarios de las televisiones públicas valen mucho, aunque
nos salen caros de verdad. Gracias a ellos, después de los terribles, bestiales
e inhumanos asesinatos de Bruselas, hemos tenido que “no” ver la espantosa
realidad de la matanza en un parque infantil de Lahore, Pakistán. ¿Valdrán
menos esas víctimas? ¿Serán tan baratas que no merecen la pena?
Conclusión, el precio no se corresponde con el valor real.
J.V.G.
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