12-07-2013
EL NOMBRE DE UN RUSO
Un
día, todos fuimos inocentes. ¡Maldita inocencia!
Yo tenía
pensamientos insensatos, más propios del mundo de la utopía que de este de
gazapos y esterilidad mental. Creía en la honorabilidad de políticos, jueces,
incluso en la del Jefe del Estado. No es de extrañar, también consideraba que
la justicia era igual para todos y que los delincuentes, fuera cual fuese su
condición, serían juzgados. Iluso que es uno.
Lo
que nunca imaginé, ni por asomo, era hasta donde podía llegar la impudicia de
los políticos, el verdadero poder del dinero robado y el de las castas
corruptas. Y la verdad, tampoco comprendo cómo podemos tener tanto aguante, sí,
nosotros, el pueblo perjudicado. Pensaba que, cuando los cargos electos
cometían semejantes fechorías y las gentes se enteraban, no tendrían más
remedio que dimitir. Pero, como el otro día leí en una red social, los
políticos españoles piensan que “Dimitir” es el nombre de un ruso.
El caso
más flagrante es el de Bárcenas, o
de Luis el Cabrón, como reza en
algunos papeles, tesorero durante dos décadas del Partido Popular. Este
presunto chorizo promovió la financiación ilegal de su partido (con la que ganó
las elecciones), adquiriendo donaciones ilegales de empresarios a los que luego
beneficiaba el partido.
Con
ese dinero, el bueno de Bárcenas
hacía tres montones: uno para la campaña electoral, otro para él y un tercero a
repartir. Dispensaba los dineritos en sobres negros o en cajas de puros. Mayor Oreja, Arenas, Cascos o Rato eran algunos de sus receptores. Y Rajoy le decía, campechano, como es él:
-Luis, dame un Cohiba.
Yo
pensaba que la trampa y el hurto tendrían sus consecuencias jurídicas (y
políticas). Lo que es la inocencia.
Siendo
así, le diría: “Mariano, no dimitas,
¿dónde vas a ir que estés mejor que aquí?”
J.V.G.
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