16-08-2013
MIEDO A LA CIENCIA
Para
fomentar la prosperidad de un país nada hay más importante que el desarrollo de
la ciencia; no en vano, todos nos servimos de ella y a ella recurrimos cuando
la necesidad apremia.
Parece
mentira que se puedan recortar los dineros al CSIC, consejo que dirige las
investigaciones científicas más importantes de este país, mientras se mantiene
la desorbitada financiación, entre otras asociaciones, a la Iglesia.
Ahora
explico lo de antes. Todos nos servimos de la ciencia, o, ante una enfermedad
grave, ¿quién recurre a un tratamiento sólo de rezo y quién a los facultativos?
Pues con lo que el Estado y la Junta gastan en capellanes y capillas, además de
esa financiación multimillonaria que atenta contra los principios de un estado
laico, podríamos tener una investigación puntera, más médicos y habitaciones en
los hospitales, y reducir, entre otras cosas, las desesperantes listas de
espera. Si la medicina está donde está, hemos de agradecérselo a la ciencia.
Que
la ciencia quede mutilada va a convertirse en un lastre social de consecuencias
imprevisibles. Los descubrimientos seguirán existiendo, aunque más allá de
nuestras fronteras y, en algunos casos, por investigadores paisanos en el
exilio. Y esos nuevos logros serán elitistas, sólo a disposición de los más acaudalados.
La sociabilización de los nuevos avances científicos ha sido descuartizada de
raíz, y eso es muy grave.
¿Tendrá
algo que ver el miedo a la ciencia como en tiempos de G. Galilei o de C. Darwin? Tampoco
es inverosímil, conociendo a las eminencias que ocupan las carteras de nuestro
gobierno medieval y los privilegios que les conceden al dogma. Saben que la
ciencia ha revitalizado nuestro entendimiento, luchando para que la ignorancia
no sea lo mismo que la felicidad. Por eso le tienen miedo, ya que un pueblo
ignorante es fácil de manejar.
J.V.G.
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