12-12-2014
TRANSPARENCIA MADE IN SPAIN
Esta
semana, con la entrada en vigor de la Ley de Transparencia, se ha puesto en
marcha en Internet un portal que lleva el mismo nombre que la ley. ¡Bien!;
aunque, tampoco es para tirar cohetes; todo esto sucede la misma semana que el
PP, con su mayoría absoluta (y ya, obsoleta), ha tumbado en el Parlamento una
propuesta de la oposición para investigar los vericuetos por los que transitó
lo que, a la postre, fue la ruina de Bankia. La verdad, suena a risa,
transparencia y oscurantismo no parecen encajar en la búsqueda de un mismo fin.
Pero hay más, por ejemplo, seguiremos sin poder saber nada de los viajes de sus
eminencias, que ya de eso se encargan los partidos. ¡Con la que está cayendo! Tampoco
tendremos derecho a saber con quién se reúnen los ministros, algo excepcional, comparando
con otras leyes de nuestro entorno. Mientras tanto, esas lumbreras que nos
representan nos siguen friendo con alabanzas a sus propias transparencias. Es
conveniente recordar que esta ley es una cuenta pendiente en las casi cuatro
décadas de democracia. Hasta los estados postsoviéticos y los países de la
antigua Yugoslavia hace años que las tienen, y no tan livianas. Sí, después de
99 leyes de transparencia en el mundo, llega la nuestra y lo hace a lo grande,
con nuestro típico cachondeo patrio. Tanto que, siendo la última en redactarse
(eso sí, por los mismos graciosos que durante este tiempo de corrupciones han
hecho gala de una transparencia encomiable), ha sido valorada en el puesto 64
por la organización Access Info Europe y por la canadiense Centro de la Ley y
la Democracia, vigilantes con estas cosas. ¡Ahí es nada!
J.V.G.
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