jueves, 25 de abril de 2013

AJOS COMEN, LIBROS, columna publicada en El Día de Zamora
26-04-2013

LIBROS
El otro día se celebró el Día del Libro. Cuentos, relatos, poemas, aventuras, pensamientos, fantasía, teatro, acción, viajes, misterio..., los libros, como el aire que respiramos, o el pan que nos llevamos a la boca, son imprescindibles, nos lo exige nuestro afán de libertad y nuevas andanzas. Además, con ellos, podemos vivir diferentes realidades que, de otra forma, nunca podríamos vivir. El día del libro, por lo tanto, debería ser todos los días.
Su historia va pareja a nuestra propia historia. En formato de piedra, madera, arcilla, papiro, pergamino, papel… y, ahora, en formato electrónico, desde tiempos inmemoriales, hemos sido acompañados por los libros. Pero nuestra relación con ellos no siempre ha sido un jardín de rosas. Tardaron muchos cientos, miles de años, hasta que verdaderamente se socializaron (y la cosa no ha terminado, pues todavía hay mucha gente en el mundo que no puede aprender a leer). Y, cuando parecía que el asunto se enderezaba, apareció la Inquisición con las rebajas. El resultado fue una quema de libros indiscriminada, auspiciada por esos zafios motivos que todos sabemos. Pero no quedó ahí la cosa, recordemos la época de los nazis. Y, lo que es menos conocido, en la Universidad Central de Madrid, el día 30 de abril de 1939, en un acto llamado “auto de fe”, los falangistas prendieron fuego a una formidable montonera de libros.
Olvidemos el pasado y aprovechémonos ahora que podemos, porque como la cosa siga así, dentro de poco, nos los pueden hasta prohibir; no en vano, los libros ilustran, hacen críticas a las personas, aportan la inquietud del cambio, ilusión y felicidad. Son, en definitiva, un verdadero peligro para el poder reaccionario. Y, según está el patio, nada sería de extrañar.
Ahora, ¡a leer, a leer! 

J.V.G.
Quema de libros en la Universidad Central de Madrid el día 30 de abril de 1939


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